Preguntas de Comprensión lectora | Página 3
Lee el siguiente párrafo y contesta las preguntas.
No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar nada tenía sentido para mí. Consideraba que la continuación de una existencia que no había pedido no iba a probar, verificar, añadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados o, sino, ridículos. Sobre todo, los que habían tenido éxito. Éstos me aburrían hasta hacerme llorar.
Era compasivo para con las faltas, pero no por compasión. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectáculo de la miseria humana. Nunca ayudé a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no podía dejar de hacerla. Me parecía inútil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiaría sin un cambio de corazón, ¿y quién podía cambiar el corazón de los hombres? De vez en cuando un amigo se convertía; era algo que me hacía vomitar. Tenía tan poca necesidad de Dios como él de mí.
MILLER,
Henry Trópico de capricornio
¿Cómo concibe el autor la ayuda?
Lee el siguiente párrafo y contesta las preguntas.
No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar nada tenía sentido para mí. Consideraba que la continuación de una existencia que no había pedido no iba a probar, verificar, añadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados o, sino, ridículos. Sobre todo, los que habían tenido éxito. Éstos me aburrían hasta hacerme llorar.
Era compasivo para con las faltas, pero no por compasión. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectáculo de la miseria humana. Nunca ayudé a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no podía dejar de hacerla. Me parecía inútil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiaría sin un cambio de corazón, ¿y quién podía cambiar el corazón de los hombres? De vez en cuando un amigo se convertía; era algo que me hacía vomitar. Tenía tan poca necesidad de Dios como él de mí.
MILLER,
Henry Trópico de capricornio
¿Qué es la compasión para el autor?
Lee el siguiente párrafo y contesta las preguntas.
No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar nada tenía sentido para mí. Consideraba que la continuación de una existencia que no había pedido no iba a probar, verificar, añadir ni sustraer nada. Todos los que me rodeaban eran unos fracasados o, sino, ridículos. Sobre todo, los que habían tenido éxito. Éstos me aburrían hasta hacerme llorar.
Era compasivo para con las faltas, pero no por compasión. Era una cualidad puramente negativa, una debilidad que brotaba ante el simple espectáculo de la miseria humana. Nunca ayudé a nadie con la esperanza de que sirviera de algo; ayudaba porque no podía dejar de hacerla. Me parecía inútil cambiar el estado de cosas; estaba convencido de que nada cambiaría sin un cambio de corazón, ¿y quién podía cambiar el corazón de los hombres? De vez en cuando un amigo se convertía; era algo que me hacía vomitar. Tenía tan poca necesidad de Dios como él de mí.
MILLER,
Henry Trópico de capricornio
La oración que finaliza la lectura revela:
Las reflexiones de Walter Benjamin a las que su primer editor, Theodor W. Adorno, tituló sobre el concepto de historia, conocidas también como tesis sobre la historia, fueron publicadas por primera vez en Los Ángeles, en 1942, a dos años de la muerte de su autor del suicidio al que lo obligó la persecución nacionalsocialista, en una entrega especial, impresa en mimeógrafo, de la revista que el Institut für Sozialforschung editaba en Frankfurt, antes del exilio a los Estados Unidos de su principal animador, Max Horkheimer.
En el arroyo grande que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda bajo su carga de yerba y de naranjas. Una niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero. Y el borriquillo se despachaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores.